domingo, 14 de abril de 2019

Recomendación servicio transcripción paleográfica: Kalamos transcripciones

Hoy les vengo a recomendar los servicios de transcripción paleográfica profesionales de KALAMOS TRANSCRIPCIONES.

Personalmente me ha resultado útil para transcribir unos textos de la Edad Moderna que presentaban cierta dificultad por un precio ajustado al trabajo requerido. Como agradecimiento y pensando que puede ser útil para los visitantes de mi blog, les indico la página para mayor inforación:

KALAMOS TRANSCRIPCIONES

https://kalamostranscripciones.weebly.com/

jueves, 7 de mayo de 2015

TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS EN ITÁLICA: EDIFICIOS LÚDICOS.

Introducción.

            Las ruinas de Itálica, Santiponce (Sevilla), constituyen uno de los conjuntos arquitectónicos más significativos del país. La única ciudad hispana que dio a Roma dos emperadores (Trajano y Adriano) fue fundada por Publio Cornelio Escipión durante el transcurso de la II Guerra Púnica, en el año 206 a.C., para establecer allí a sus tropas veteranas, que acababan de vencer a los cartagineses en la batalla de Ilipa. El nuevo asentamiento fue llamado Itálica en homenaje a su patria de origen, Italia.

El teatro.

Este edificio (fechado a finales del s. I a.C. y principios del s. I d.C.) se sitúa en la colina oriental de Santiponce y su excavación estuvo a cargo de José María Luzón en 1971. Se puede apreciar su ejecución en opus caementicium y piedra estucada, las gradas se colocaron sobre una cimentación anular y la escena y pórticos traseros se ejecutaron mediante grandes columnas divididas en tambores y pintadas en colores vivos. En la parte recta de la orchestra aparece una inscripción que nos informa de la existencia de una fase ornamental costeada por dos duumviros reelegidos, Lucio Blattio Trajano Pollio  y Gayo Fabio Pollio, el primero fue posiblemente un antepasado del emperador Trajano, ambos fueron sacerdotes del culto a un divino Augusto, en honor del cual se consagran la decoración con mármoles de la orchestra, el proscenio y los accesos del teatro, así como aras y esculturas.

Parece ser que a comienzos del s. II se procedió a la renovación del frons scaenae, el muro de cerramiento del escenario, en el que se incluyeron columnas de mármol en dos órdenes.

El anfiteatro.

            El anfiteatro de Itálica es el edificio romano más grande de todos los existentes en Hispania y uno de los mayores de todo el Imperio debido a sus 150 metros de longitud en su diámetro mayor. Las ruinas del anfiteatro siempre han estado visibles y ya desde antiguo ha sido utilizado como cantera.
A pesar de las expoliaciones todavía se conserva gran parte del edificio. Se ha calculado la capacidad del anfiteatro en  25000 espectadores, lo cual se corresponde con la demanda de toda la región circundante.

            En el centro de la arena se sitúa una gran fosa consignada a contener a los animales. Así como elementos decorativos izados durante los juegos mediante una  serie de compuertas y sistemas de poleas. La organización exterior de las puertas y de los diferentes pasillos permitía a los espectadores entrar por el camino más directo a sus localidades.

            En 1970 se redescubrieron las cornisas del podio de la arena que habían caído y pudieron leerse los nombres o iniciales de las personas que tenían reservada la primera fila, miembros pertenecientes a familias potentadas de la zona. Existen otras lápidas en el anfiteatro en las cuales aparecen parejas de pies que parecen indicar direcciones opuestas junto a invocaciones dedicadas a Némesis o Dea Caelestis, manifestación de un culto a divinidades orientales.
           
 Las termas.

            Las termas en Itálica son de gran categoría y calidad comparables a las mejores y mayores de todo el imperio. En Itálica existe un conjunto de termas llamado “Los Palacios” por la relación que se estableció entre sus fastuosos restos y una residencia real, si bien en el s. XVII se le llamó “La Armería de Trajano” al considerarlo como un arsenal y cuartel de dicho emperador. Además, en Itálica se encuentra otro conjunto de termas que se conocido  popularmente por “Los Baños de la Reina Mora” ya que aunque acertaron con la función, se equivocaron al asignarles constructores.

            Las termas menores de Itálica o termas de Los Palacios se ubican en la colina occidental de Santiponce (también llamado Era del Convento por su cercanía al monasterio de San Isidoro del Campo) y fueron excavadas en el s. XIX por Demetrio de los Ríos entre otros, apareciendo allí importantes esculturas de la época de Trajano.

            Estas termas parecen disponer de una organización axial con entrada porticada al este, sobre el foro primitivo, con dos amplios vestuarios a los lados (apodyteria), siguiendo con una gran sala que poseía cuatro columnas que podrían ser el tepidarium y junto a la cual se encontraba una habitación absidal con piscina por el lado sur y que pudo haber tenido otra gemela al norte, siendo los frigidaria. Tras esto se disponen otras dos cámaras con piscinas y una gran sala rematada en ábside y con pavimento de ladrillo que puede ser el caldarium. Existen unas galerías más bajas bordeando las salas mayores que deberían destinarse a la comunicación de servicios. El edificio es de opus caementicium y está fraguado sobre encofrados de madera.


            Las termas mayores o Baños de la Reina Mora cortan el eje de uno de los decumano principales de la urbanización adrianéa ocupando dos manzanas. La técnica de construcción utilizada es parecida a la empleada en la edificación del anfiteatro. Detrás del vestíbulo, elevada con relación a la calle, se halla la piscina mayor o natatio revestida de mármol en el pavimento y en los muros escalonados, cuyo fin es el asiento de los bañistas. Le sigue el tepidarium con una disposición transversal junto al patio porticado de la palestra desde donde se puede pasar a la sala absidada del caldarium o a otro patio que da acceso a otras salas cuadradas con bañeras laterales. Todo esto completado con unas galerías y cámaras abovedadas de menor altura destinadas a los servicios de los baños. En un nivel inferior nos topamos con una compleja red de desagües que conduce hasta el alcantarillado de la calle.

viernes, 17 de octubre de 2014

La Charca


Hoy vengo a recomendar una gran iniciativa. Se trata de "La Charca" una revista cultural que pretende aportar su grano de arena en la difusión del arte, patrimonio y cultura en general. Nuevos artistas, museos, asociaciones culturales... etc irán apareciendo en sus páginas para el disfrute de todo apasionado por la cultura.

¡A disfrutar!

martes, 18 de marzo de 2014

Las primeras doctoras en medicina (y II parte)


         Este tema ha sido tratado por Consuelo Flecha García[1] y en cuyos artículos nos basamos.        

         A partir de 1873 se constata la presencia en la Universidad de Barcelona, antes, y en la Central de Madrid, después, de mujeres estudiando. Este hecho se gestó anteriormente cuando 2 años antes María Elena Maseras solicita al rey Amadeo de Saboya poder realizar los estudios secundarios para después acceder a la Facultad catalana, lo cual le fue concedido.

         Las tres primeras estudiantes de medicina en la Universidad de Barcelona solicitaron el título de licenciado y no se les concedió hasta más de tres años después, en 1882, tras una gran discusión en el Consejo de Instrucción Pública.

         Estos hechos se enmarcan en un contexto de afianzamiento del Estado liberal, predominio del capitalismo y estructuración social por clases. En este ambiente los hombres fueron ensanchando sus horizontes y posibilidades pero las mujeres se mantuvieron en lugares y tareas muy reducidas y acotadas. No hay que olvidar que mientras unas pocas mujeres son las pioneras en los estudios de doctorado, la realidad social nos muestra que el 74 % de las mujeres de Barcelona son analfabetas.

         De las primeras mujeres universitarias, la mayoría llegó a licenciarse y cinco de ellas llegaron a ser doctoras antes del año 1900, un grado académico para cuya concesión se suponía se necesitaba tener unas determinadas capacidades que en el debate anteriormente comentado no se le reconocían a la mujer, en función de su naturaleza. De estas cinco doctoras, tres lo eran de medicina, tema que es el que aquí interesa. Hay que recordar que en estos momentos solo la Universidad Central, sita en Madrid, podía otorgar el grado de doctor así que todos los estudiantes que lo deseasen tenían que trasladase a Madrid para realizar los correspondientes cursos de doctorado.

         Las dos primeras mujeres que se doctoraron en medicina fueron Dolores Aleu Riera y Martina Castells Ballespí, procedentes ambas de Barcelona, las cuales defendieron sus tesis en octubre de 1882 con pocos días de diferencia. Hay que mencionar que María Elena Maseras, la primera alumna que terminó los estudios de medicina no se llegó a doctorar por e problema ya comentado de la tardanza en la concesión del título de licenciatura, lo cual le hizo incorporarse al mundo laboral porque ya no podía retrasar más sus inicios en el trabajo.

         Sin olvidar lo excepcional que fueron estas mujeres que eran las primeras en obtener el título de doctoras, pasamos ya a comentar los temas tratados en sus respectivas tesis.

         Hay que recalcar que ambas escogieron como tema para realizar sus tesis el estudio de la mujer, siendo la de Dolores Aleu “De la necesidad de encaminar por nueva senda la educación higiénico-moral de la mujer” y la de Martina Castells “Educación física, moral e intelectual que debe darse a la mujer par que esta contribuya en grado máximo a la perfección y la de la humanidad”. Esto nos muestra que por primera vez los temas relacionados con la mujer y la medicina van a ser estudiados y tratados por las propias mujeres, ya que hasta el momento solo lo habían hecho hombres.

         Además, ambas tesis estaban relacionadas de alguna manera con la educación y la instrucción de la mujer, y es importante que las mismas mujeres pudieran participar en las tesis sobre ese tema en un momento que se está configurando la instrucción pública y se está definiendo dónde desarrollar la educación y a quién dársela, porque así pueden incluir a la mujer en el nuevo diseño educativo.

         Estas mujeres se refirieron a la situación de la mujer a lo largo de la historia, y como a pesar de serles negada la instrucción por norma general, también había ejemplos de mujeres excepcionales que destacaron en la ciencia y cultura. También hicieron mención de la situación de la mujer y los estudios en el extranjero, destacando Estados Unidos y Gran Bretaña donde habría una gran libertad para la mujer a la cual España no había llegado todavía y no se esperaba que lo hiciera rápidamente.

         Así buscaban apoyarse en argumentos a favor, legitimarse en su posición dentro de un mundo en el cual su discurso era de (discurso médico) considerar a la mujer como frágil, emotiva afectivamente dependiente, necesitada de la protección masculina, pasiva sexualmente, predestinada a la maternidad, que sería lo único que hacía bien siendo defectuosa como persona. Todo este discurso sentaba sus bases en unas supuestas características biológicas universales y eternas de la mujer. Estas características haría a la mujer inferior moral e intelectualmente, cosa supuestamente confirmada mediante estudios del tamaño del cerebro que sería de menor tamaño que el del hombre. Cosa que no aceptaba todo el mundo, ya que existían opiniones que decían que la aparente diferencia de capacidad intelectual de las mujeres se debe a que no se le ha dejado instruirse, a que no tiene las mismas posibilidades que el hombre en el campo de la cultura y la intelectualidad.

         Como muestra de la actitud tomada respecto a la mujer está el testimonio de Dolores Aleu sobre las dificultades presentes durante su carrera, y que ella achaca a pertenecer al conocido como “sexo débil” plasmadas en la carta que mandó desde Madrid a su profesor de Clínica Quirúrgica en la Universidad de Barcelona (Juan Giré Partagás) en la cual le confiesa: “¡Cuántas veces hubiera quizá dejado mis estudios, aturdida por las rudas sacudidas venidas de tantas partes…” Incluso llega a acusar a hombres que habían entorpecido su carera y que moramente no debían estar donde estaban porque habían conseguido la cátedra por otros medios distintos al establecido de oposición.

         Esta situación la tuvo en cuenta Dolores Aleu a la hora de redactar su exposición, la cual aprovechó para habla sobre la problemática de la mujer que ella misma había padecido y pode rasí contribuir al cambio de la situación que estaban sufriendo muchas mujeres. Así, constató que todavía se había avanzado muy poco en la educación de la mujer y que habría que seguir luchando para defender la libertad individual y la posibilidad de autonomía de la mujer.

         También manifestó que no solo era que se había mantenido a la mujer en la ignorancia a lo largo de la historia, sino que a la mujer que había conseguido instruirse se le castigaba, por ejemplo, en determinados momentos históricos acusándolas de herejes o hechiceras.

         Además, fue en contra de la argumentación de determinadas características femeninas como sería la debilidad, cosa que no era cierto como se podía apreciar en el hecho de que la mujer realizara trabajos duros a lo largo de la historia en el campo y que en el momento que estaban viviendo, también se encontraba la mujer trabajando en fábricas y talleres en penosas condiciones. Aquí se puede ver una doble moral de la sociedad, la mujer es considerada débil para darle instrucción pero no para realizar unos trabajos muy duros.

         Resulta interesante conocer la opinión que Dolores Aleu tenia sobre las diferencias entre sexos, ya que en un momento que estaba extendida la idea de que se debían a causas naturales (quizás porque interesaba esto) ella piensa que esas diferencias se deben más bien al ambiente y la diferente instrucción que reciben hombres y mujeres desde niños. También se pronunció en un tema que estaba candente en el momento, como el que las diferencias entre sexos pudiese explicarse mediante la diferenciación en el tamaño del cerebro, ya que los estudios realizados indicaban que la mujer tenía un cerebro más pequeño. Para Dolores Aleu no había que exagerar los resultados obtenidos por los estudios científicos del momento y que éstos no podían ser utilizados para negar o limitar el derecho de las mujeres a la educación. A pesar de esto no negó el que pudiera darse una relación ente el tamaño del cerebro y la función, aunque ella seguía recurriendo razones históricas para justificarlo. Así, a pesar de la situación de la mujer a lo largo de la historia, mencionó los casos de mujeres que consiguieron superar las limitaciones impuestas y que consiguieron destacar en diversas ramas del saber, lo cual sería una muestra clara que desmentiría el argumento de la incapacidad natural femenina.

         A pesar de todo ello, Dolores Aleu no rompió con las funciones que las mujeres tenían asignadas en la familia, pero propuso educar a las jóvenes como un medio que les preparase mejor para sus futuras responsabilidades. Además, también admitió que no estaban en manos de las mujeres esas reformas que permitirían ejercer a las mujeres el derecho de la educación. Esto último podría chocar con el resto del discurso de Dolores Aleu, pero n hay que olvidar el momento histórico en el que nos encontramos y que no es fácil avanzar todo lo deseable de golpe. Tampoco hay que olvidar que la exposición se hacia frente a un tribunal compuesto por hombres y por tanto podría no convenir radicalizar mucho un discurso, lo cual le podría perjudicar, a pesar de lo cual en el mismo aprovecha para decir cosas que piensa y que son novedosas por lo que dice, quién o dice y en que contexto lo dice.

         También Martina Castells, la segunda mujer doctora en medicina de España, recurrió a la educación de las mujeres como una de las causas del progreso y bienestar social, aunque es verdad que Martina defendió esa idea desde el convencimiento de que iba a conseguir muy poco, y de que lo que estaba haciendo no iba a servir para mucho. Es más, no pretendía que se considerara igual a la mujer y al hombre, a la vez que negaba la participación electoral de la mujer, tanto como votante como posible candidata. Su única ambición era dar una instrucción adecuada a la mujer que le permitiera cumplir de mejor manera la tarea para la que había venido a este mundo, o sea, ser las mejores compañeras de su marido y las mejores madres para sus hijos.

         Como vemos, hasta una mujer pionera como ésta tenía asimilada la base fundamental de la esencia femenina en esta sociedad. Ello nos muestra la dificultad de cambiar un pensamiento muy arraigado en la sociedad, hasta el punto que las propias afectadas por la discriminación lo asimilan como lo que debe ser y es muy difícil que se planteen cambiarlo. Así, en este momento, ni hombres ni mujeres discutían sobre el trabajo doméstico, que era una tarea realizada por la mujer (ya sea la propia mujer o una sirvienta) de manera inexcusable. Y es que cualquier intento por parte de la mujer de alejarse del ámbito doméstico era una ruptura con la tradición y con una conducta consagrada que provocaba la descalificación social. Puede ser que esta situación fuera la que empujara a Martina Castells a no intentar salirse de lo establecido, sabiendo de antemano que estando así las cosas en el momento que vivía, no iba a conseguir nada y no serviría nada más que para perjudicarla.

         Así que existen dos teorías para intentar explicar por qué Martina Castells no fue más allá en la exposición de su tesis, una que ella misma tuviera asumido el rol que se le asignaba y no llegara a plantearse el romperlo, y otra, que no intentara ir más allá porque entendía que no serviría de nada y tal como estaba la situación no era fácil que las cosas cambiaran a pesar de que sería lo deseado por ella.

         Para Martina Castells el principal proyecto en la vida de una mujer es el matrimonio y hacia lo cual se le debe encauzar, aunque también admitía que si había niñas que deseaban seguir estudiando (tal y como había sido su caso) había que animarlas a ello y darles los medios adecuados para llevarlo a cabo.

         Durante el s. XIX se estaban configurando los sistemas educativos, tal como se ha comentado anteriormente, y en esto se debatía sobre que enseñar a las niñas para que una vez sean mujeres cumplan adecuadamente las funciones asignadas por la sociedad burguesa, que fundamentalmente corresponde a la reproducción. En este proceso van a intervenir las facultades de medicina que se van a interesar en el cuidado del cuerpo y protección de la salud, surgiendo por ello el tema de la educación física de las mujeres. Así surge en el s. XIX la conocida corriente de los higienistas que van a recomendar a las mujeres cosas como que no estudiasen, no se fomentase su imaginación, los alimentos más adecuados, las posturas del cuerpo, el tipo de vestidos que debían llevar, etc.

         Dentro de este debate sobre la educación de la mujer las doctoradas Dolores Aleu y Martina Castells recomendaron que se le dotase a la mujer de una instrucción adecuada en fisiología, higiene, botánica médica, química, geología, meteorología, historia natural, filosofía y “conocimientos referentes a la industria y a la agricultura”. Así, Dolores Aleu creía que la educación sería el elemento fundamental que posibilitaría un cambio en la situación de la mujer y la transformación de su papel en la sociedad.




[1] FLECHA GARCÍA, CONSUELO, La educación de la mujer según las primeras doctoras en medicina de la universidad española, año 1882, Dynamis, 1999, pp. 241-278
  FLECHA GARCÍA, CONSUELO, Doctoras en la universidad española. Las pioneras, Arenal. Revista de Historia de las mujeres, 1995, 2 (1) pp. 81-100

martes, 19 de noviembre de 2013

Los inicios de la incorporación de la mujer a los estudios de medicina: el debate (I parte)

         Dentro de la historia de la medicina y la participación en ésta de la mujer, es un tema interesante ver el momento en el cual se van incorporando las mujeres a los estudios universitarios, que una vez superados permiten la práctica de la profesión médica. Esto se produce por primera vez en España a finales del s. XIX, aunque ya se había producido antes en otros países del mundo occidental, destacando Estados Unidos.

         Para comprender lo que sucedía y las reacciones que hubo en la España del momento ante tal situación, podemos recurrir al libro de María del Carmen Álvarez Ricart[1], donde en una parte del mismo expone el debate que se suscitó en España al ver el fenómeno del acceso de la mujer a los estudios de medicina en otros países, y cuándo esto se produjo aquí. Para ello, la autora recurre a la prensa médica como principal fuente de información y como medio más adecuado para encontrar los datos sobre el tema en cuestión.

         El siglo XIX es un momento de cambios en general y dentro de ellos está el surgimiento del feminismo y las reivindicaciones de las mujeres para poder realizar estudios superiores y trabajar en el mercado laboral. Todo esto está protagonizado por las mujeres de clase media – alta, ya que cuando están hablando sobre si se debe dejar trabajar a la mujer o no, están pensando en estas mujeres, no en las mujeres de clase baja que han trabajado toda la vida y de las cuales tampoco interesan en demasía su moral ni si salud. A pesar de ello, el debate que se abre en estos momentos es muy importante y sentará las bases para que en el futuro se beneficien del camino abierto por estas pioneras las mujeres de toda clase social.

         Teniendo en cuenta de aquí en adelante a quiénes nos referimos cuando hablamos de la incorporación de la mujer a los estudios superiores y al trabajo, podemos decir que en el s. XIX se planteó de forma abierta los deseos de estudiar y trabajar por parte de las mujeres, lo cual abrió un debate sobre la idoneidad de esto y las capacidades de la mujer para hacer cosas que hasta el momento solo habían sido desempeñadas por hombres.

         Así se produce un debate general y muchos particulares, correspondientes a cada uno de los estudios y trabajos a los que se querían incorporar la mujer. Los hombres reaccionaron en contra de los deseos de esas mujeres que querían “usurparles” sus sitios y buscaron argumentos en contra.

         En lo que respecta a este trabajo, el debate que más interesa es el del acceso de la mujer  a los estudios de medicina y la posible puesta en práctica de esos conocimientos de manera profesional.

         A finales del s. XIX, en España ya no extraña que la mujer realice el bachillerato, esa conquista ya está muy extendida y lo nuevo que va a crear controversia es el deseo de continuar esos estudios a nivel superior, entrando en la universidad.

         En un primer momento se rechaza que la mujer estudie cualquier cosa, pero esta postura evolucionará en la medida que la mujer vaya consiguiendo acceder a determinados estudios y se imponga una nueva realidad. Así, más adelante se ve bien que la mujer se ocupe en una serie de trabajos considerados más propios de su sexo como por ejemplo cocinera, secretaria, etc. para que los siga y no se vaya a otros estudios y trabajos.

         La idea principal por la cual se piensa que la mujer no debe incorporarse al mundo laboral es que la casa es el mejor lugar posible donde puede estar una mujer, ya que es donde ha estado tradicionalmente y para lo cual es buena por “naturaleza”. Así, las mujeres que quieren estudiar y trabajar están rompiendo las normas sociales y actuando contra su propia naturaleza, por lo que podían pensar que no eran auténticas mujeres, sino algo diferente.

         A pesar de esta opinión, admiten la posibilidad de que la mujer trabaje en el caso de que sean célibes, pero eso sí, solo en aquellas profesiones adecuadas a su sexo, entre las cuales no se encontraba la medicina, que en ningún caso pueden considerar apta para la mujer por lo que moralmente puede suponerle, así como la posibilidad de que la mujer perdiera su apreciado pudor.

         Estas primeras argumentaciones en contra de la práctica de la medicina por mujeres se basan fundamentalmente en razonamientos sobre la supuesta naturaleza de la mujer, que la determinaría para hacer unas cosas en la sociedad y le impediría hacer otras. Así se utiliza mucho la pérdida del pudor y los efectos que en una mujer (débil, impresionable y sensible por naturaleza) pueden tener los estudios de medicina y más concretamente el momento en el que tienen que trabajar con cadáveres.

         En los medios periodísticos y especialmente en “El Siglo Médico”, durante estos momentos se va a producir una discusión que tiene como base la pregunta ¿puede ejerce la mujer las diversas profesiones del hombre? En esto hay una opinión de que las mujeres son intrusas que pretenden entrometerse en unas actividades que no les son propias por varios motivos, entre los que se aducen razones biológicas (la mujer tendría un cerebro más pequeño que el hombre, y además, estaría más bien destinado a las sensaciones que a los pensamientos), y sociales (si la mujer trabaja dejaría de realizar la función social que le corresponde, poniendo en peligro la continuidad y el futuro de la sociedad).

         Otros (parece ser que una minoría), defenderán que la mujer si puede desempeñar los trabajos considerados de hombre ya que no habría argumentos suficientes para creer lo  contrario, lo cual no implica que se esté a favor de que la mujer lo lleve a cabo. Se considerará a la mujer capaz de hacerlo pero no conveniente que lo realice.

         Este debate del que estamos hablando comenzó en España debido a las noticias que llegaban de otros países donde la mujer está empezando a estudiar medicina y en algunos casos practicándola. En este momento la mujer se incorpora a los estudios de medicina en varios países  (en una proporción minúscula comparada con el número de hombres), destacando Estados Unidos por ser donde más pronto y más rápido se avanza en este sentido. Esto no quiere decir que las mujeres no encontraran oposición en otros países, también la hubo, pero consiguieron conquistar el derecho a estudiar y trabajar, con esfuerzo, durante un proceso tambaleante con la posibilidad de un retroceso en sus conquistas.

         En España se critica lo que está sucediendo en determinados países y se abre el debate ya conocido, pero en un principio no se plantean la posibilidad de que en España se marchase por el mismo camino. Se hablaba en general sobre la mujer y la medicina pero pensaban que en España estarían “a salvo” de ese proceso, y cuando vieron que en su mismo país se estaba marchando por la misma senda siguieron argumentado en contra, pero ahora de una forma más personal.

         Una característica de los discursos de los que estaban en contra de la mujer en los estudios de medicina es la utilización de la ironía la referirse al asunto, no considerándolo serio y pensado que no se podía producir porque no era natural, iba en contra de toda lógica y que ellos tenían la razón.

         Muchos médicos argumentan en contra porque sería incompatible con la tarea de madre y mujer de su hogar, tarea fundamental par ala sociedad, además, de que no consideran necesaria la aportación que la mujer podría hacer a la ciencia médica, ya que nunca ha participado en ella y por tanto no se echa de menos que no esté. La mujer no podría compaginar le esfuerzo que supone estudiar y trabajar y después practicar medicina con el cuidado de su casa y sus hijos, cosa que nunca se discute, siempre la mujer va a encargarse de esas tareas y o puede hacerlas como se le exige si intenta hacer otras cosas como estudiar. Respecto a que no es necesaria la existencia de médicas porque no se ha dado esto en la historia, se está utilizando una realidad como justificación de que esa realidad sea así, las cosas han sido siempre así, así que para qué cambiar.
         Otro argumento en contra es el posible revuelo que una mujer médica puede causar entre los hombres, el posible acoso sexual que puede producirse y el intento de obtener beneficios sexuales como gratificación por la colocación en un puesto de trabajo por parte del “benefactor”. También se aduce que la profesión médica no es adecuada para la mujer porque tendría que hacer visitas a los pacientes a unas horas y por unos lugares muy peligrosos para andar por ellos sin protección ninguna, ya que se verían forzadas a ello por su profesión y no podrían tener siempre al marido al lado para que las protegiese.

         También creen que existen una serie de temas médicos que la mujer no debe tratar ni conocer debido a su naturaleza, ya que no lo consideran adecuado. Aquí se repiten una serie de argumentos por parte de los que están en contra, insisten en que la naturaleza de la mujer provoca que no sea adecuado el conocimiento de ciertos temas. Esta insistencia parece mostrar el no tener argumentos más convincentes y también el hecho de que no les cabe en la cabeza la idea de una mujer que sepa sobre una serie de temas que suponen no debe saber por naturaleza, porque ha sido siempre así , y siempre debe seguir así.

         Poco a poco se va apreciando el avance de las tesis de las mujeres y el retroceso de los argumentos de las personas en contra, se pasa de una negativa total a encontrar posibilidades mayores de participación de la mujer en la práctica médica. Por ejemplo, la rama de la medicina conocida como obstetricia es un conocimiento que se admite como válido par alas mujeres y el más adecuado para toda mujer que quiera estudiar medicina. Se deja abierta la puerta para que la mujer estudie obstetricia porque sería para lo que estaría más capacitada.

         Siguiendo con la argumentación en contra que se presenta durante este debate encontramos como otra razón para que no ejerza la actuación de la médica ante pacientes masculinos, ya que esto no sería adecuado para ella ni tampoco para el paciente, porque éste se vería frenado a la hora de contar ciertas cosas con la confianza suficiente, que pueden ser importantes par aun correcto tratamiento. Además, también estaría el recelo de las mujeres de los pacientes a la hora de que fuera otra mujer la que le tratara médicamente. En esto último se juega con la idea de que la mujer que estudie y practique la medicina puede ir en contra de las otras mujeres provocándoles temores y celos, por lo cual podría darse el caso de que las mujeres de los pacientes impidiesen a las médicas tratar a sus maridos.

         Se vuelve a relacionar mujer y hogar diciendo que la tarea fundamental de la mujer sería el hogar y se le niega su participación en la medicina porque esta sería su labor, además, de que siempre se hace esto alabando la belleza y cualidades de la mujer, y dándole como tarea fundamental el estar con un hombre, haciendo referencia incluso a al Biblia, en el momento que se dice que la mujer fue creada por Dios de una costilla del hombre para darle a ése una compañera. Así, si una mujer es creyente (y en esta época eso se da por hecho) debe entender que su único fin en esa vida es estar junto a un hombre para hacerle compañía y tener hijos, sin discutir lo que él diga y todo ello porque Dios lo habría establecido así desde el principio de los tiempos.

         De este modo, toda mujer que pretende estudiar medicina se alejaría de sus características naturales (fragilidad, timidez, cariño, etc.) pasando a adquirir las del hombre. En cierto modo dejan de ser mujeres para convertirse en otra cosa diferente, algo así como un híbrido entre el hombre y la mujer, una mujer viril. Es por ello que los médicos en cierta manera se asustan ante la idea de mujeres médicas y no tienen más remedio que hacerse de ellas una imagen horrible, ya que han roto las supuestas normas naturales establecidas. Además, de ser este razonamiento un intento de echar atrás a las mujeres que deseen estudiar medicina.

         Con el tiempo las mujeres van a comenzar a estudiar medicina también en España (muy pocas, casos excepcionales si tenemos en cuenta el número de hombres estudiado), alguna con buenas calificaciones. Esto no impide que el debate siga y que ante la realidad de los hechos consumados, ahora se debata sobre si al terminar la carrera se pueden presentar a la revalidad para obtener el título de licenciadas. Nada en la legislación impedía esto y al final se les permitirá y se les dará el título que se habían ganado.

         Al estar así la situación, los opositores llegan a admitir que las mujeres estudien medicina pero que en ningún caso se les de la titulación correspondiente y por tanto tampoco puedan ejercer, lo más que llegarían a admitir es que se les de un diploma honorífico como un mal menor.

         Es curioso el hecho de que en toda esta polémica existe una ausencia de artículos referidos a los estudios por parte de las mujeres de la especialidad cirujano-dentista, a pesar de que en España queda constancia que las hubo durante el s. XIX. Parece se que esto se debería a que esta especialidad de la medicina si era considerada más apta para la mujer y se ponían menos pegas, se prefiere que escojan esta rama antes que la medicina y cirugía corriente. Así, el tratamiento de la boca no presentaría incompatibilidad con la naturaleza de la mujer y no ofendería su pudor, lo cual muestra la importancia de unos valores morales referidos a la mujer como elemento de vital importancia para negar los estudios y la práctica de la medicina general.

         Dolores Aleu y Riera será la primera licenciada en Medicina y Cirugía de España, tras solucionarse la paralización que se hizo al acceso de las mujeres al título de licenciado. Este hecho, al igual que los casos del resto de mujeres que se licenciaron en medicina, se refleja en la prensa médica y en ella observamos opiniones favorables a lo mismo.
         Vemos que costó la entrada de la mujer en los estudios de medicina y también el concederle los títulos a los que se hacían merecedoras, pero al final se impuso la lógica, y aunque con retraso, llegaron a tener el título de licenciado. Además, el hecho de que en la prensa se recoja estos acontecimientos de manera favorable indica que hay más partidarios de las mujeres y que se han extendido las ideas favorables a que la mujer estudie medicina, a pesar de que siga existiendo un sector que permanece en su posición contraria.

         A pesar de todo, estas pioneras en la medicina española, siguieron encontrando problemas. Esto se puede ver en el hecho de que María Elena Maseras y Ribera, Dolores Aleu y Riera,  Martina Castells y Ballespí, durante sus estudios de doctorado tuvieron que solicitar mediante instancia el poder terminar sus estudios y doctorarse. Al final el rey autorizó a las matriculadas a seguir sus estudios y el pode doctorarse, pero prohibía que se admitiesen más mujeres en estos estudios, lo cual significaba un retroceso en la conquista de derechos por aparte de la mujer, lo cual no impidió que al final, más adelante, la mujer pudiera doctorarse.

         Cuando Dolores Aleu y Riera se convierte en la primera mujer que alcanza el título de doctora en España, aparece la noticia en la prensa, donde se felicitan del hecho y se muestran totalmente a favor. Sin embargo, hay otros que felicitan a las mujeres que obtienen el doctorado pero a la vez se posicionan en contra, no queriendo que el ejemplo cunda y se repita más veces.

         En general se considera que la mujer no debe trabajar pero se permitiría si fuera a causa de fuerza mayor porque algún día le falte el marido.

         Poco a poco pero con paso firme, la mujer se va incorporando a los estudios de medicina y la postura de los que se posicionaban en contra de esto va cambiando hacia  una mayor tolerancia, viéndolo cada vez como algo más normal y justo. Aunque siempre hubo opositores y permaneció un sector resistente que empleaba una serie de términos referidos  a las médicas que eran más que irónicos insultitos, cuando se ve que los argumentos propios no funcionan y que está sucediendo lo contrario de lo que se proclama, no es raro que se comience a hablar con ironía e incluso insultos, cada vez en mayor proporción (aunque parte de este lenguaje ya era utilizado al comienzo del debate como reacción ante lago que no comprendían.

         Para finalizar, decir que la autora del libro en el cual está basado este apartado termina el mismo comentando que la llegada de la mujer a la carrera de medicina fue un proceso de algo que era justo y tarde o temprano tendría que ser reconocido, o al menos aceptado. Es normal estar de acuerdo con que el proceso era justo pero ya no tanto el que tendría que ser reconocido y aceptado, ya que la historia nos muestra procesos fallidos que no cuajan a pesar de que fueran justos, además, en la historia se puede dar el proceso de retroceso, se puede ir en una dirección pero por diversas circunstancias podría ser que en algunas cosas se perdiese lo ya conquistado. Nadie puede garantizar el futuro.




[1] ALVAREZ RICART, Mª C. La mujer como profesional de la medicina en la España del siglo XIX. Barcelona, Anthropos, 1988

miércoles, 2 de mayo de 2012


LA CUESTIÓN SOCIAL A FINALES DEL REINADO ISABELINO


Introducción.
            Durante el periodo isabelino asistimos a un empeoramiento en las condiciones de vida de las clases más pobres, cuyo número aumentará en contraposición a la burguesía. Este hecho preocupará a las élites por el riesgo de tensión y revueltas, así como por la necesidad de una “mano de obra” en buenas condiciones para el desarrollo del país y por ende de  sus propios recursos económicos.

Causas y actuaciones frente al problema.
            Una de las razones este incremento de la pobreza se deberá a las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, que habrían perjudicado a parte del sector agrícola abocado a marchar a las capitales en busca de trabajo, y este importante movimiento de personas provocarán acumulaciones de gentes sin trabajo proclives a ser utilizados por agitadores y revolucionarios. Además, “al estar poco desarrollado el sistema precapitalista del putting-out, el campesino no tiene otra salida que mendigar, enrolarse en el ejército o emigrar a la ciudad, principalmente a la capital de la provincia o el estado, donde la sopa boba conventual, el servicio doméstico o el comercio ambulante a pequeña escala, abría nuevas posibilidades de supervivencia. Durante los setenta primeros años del XIX el proceso se intensifica[1]”. El campo envía una enorme cantidad de mano de obra a la ciudad que la industria española no es capaz de absorber, creándose capas marginales cuyas necesidades básicas no van a estar cubiertas y son caldo de cultivo de tensiones y rebeliones. El poder tratará de evitarlo, ya sea mediante la represión u otras medidas que hoy día calificaríamos de sociales; así, la burguesía se hará cargo de la función caritativa que hasta el momento había tenido en sus manos la Iglesia durante el Antiguo Régimen, no sólo por buenos sentimientos cristianos, sino también como una forma de mantener el statu quo, dando un mínimo para que las clases populares se mantuviesen sosegadas y no se planteasen la lucha contra un sistema que les perjudicaba.
La alimentación: la odisea de comer todos los días.
            Asistimos durante el siglo XIX, pero especialmente en los años finales del reinado de Isabel II, a una etapa de hambruna que se extiende por toda Europa. Ya no estamos en el Antiguo Régimen y las crisis demográficas son menos frecuentes, pero eso no impide que se dé una alta mortalidad y que se den crisis de subsistencia (con menor intensidad que durante la Edad Moderna eso sí), siendo terribles los años en que coinciden una mala cosecha con la aparición de alguna epidemia[2].
            Las condiciones laborales no permitían mucho más que la mera subsistencia y a veces ni eso; los sueldos eran bajos, el trabajo duro y penoso, y la familia demasiado numerosa para poder mantenerla en buenas condiciones, haciéndose necesaria la participación en el mercado laboral tanto de la mujer como de los hijos, no obstante, lo cual no garantizaba obtener los recursos mínimos. Una madre desnutrida no puede criar bien a su hijo recién nacido, y si no tiene para ella, menos para una boca más que alimentar, es por ello que muchas madres se ven avocadas a dejar a sus hijos como expósitos en la inclusa pensando que allí tendrán más posibilidades de sobrevivir.
            A mediados de siglo un jornalero que consiga trabajar diariamente conseguirá un máximo de 120 reales (no siendo frecuente), aunque lo normal será que obtenga entre 80 – 90 reales al mes, dinero que tendrá que dedicar al alquiler y alimentación no dando para más, y a veces ni para eso. El kilo diario de pan de la calidad más baja supone un gasto mensual entre 38 y 45 reales en condiciones normales; en épocas de carestía por crisis de subsistencia éste aumenta hasta 60 – 90 reales al mes, lo que hace imposible su consumo diario por parte del trabajador y su familia. El pan es la base alimenticia de la clase trabajadora, que mantiene una dieta pobre en proteínas que apenas permite reproducir la fuerza de trabajo[3].
            Como respuesta a este problema la burguesía va emplear varios mecanismos, por una parte mediante la intervención de los Ayuntamientos en la vida económica cuando los efectos de una crisis son tales que amenazan la estabilidad del orden social. Actuación que se plasmará en la contratación temporal de jornaleros y la realización de obras públicas, o dependiendo de la situación, mediante la represión, como en las primeras huelgas masivas en Madrid de los jornaleros municipales en 1854 y 1868 que serán duramente reprimidas por la Milicia Nacional[4]
            Durante los años 1847-1869 se suceden una serie de crisis que degradan aún más los niveles de vida de las clases populares en todo el país. Crisis de trabajo, de subsistencias, epidémicas... que aparecen normalmente unidas sumando sus efectos destructores, aunque unas pueden ser consecuencia o agravadas por otras. En el caso de Madrid observamos los efectos que estas crisis tienen en la población: aumento del número de empeños, incremento de la mendicidad, insuficiencia de los hospitales, asilos y hospicios para acoger a todos los que lo necesitan, aumento del número de delitos comunes e incremento de la mortalidad[5].
            Enmarcado en este contexto plantean un nuevo debate sobre la conveniencia del consumo de carne de caballo, esgrimiendo argumentos a favor como su experimentación en otros países de Europa donde ha sido recibida con agrado, su buen sabor y la inexistencia de elementos históricos en su contra; sólo los prejuicios frenarían un consumo que aprovecharía al máximo el animal.

El problema del acceso a la vivienda.
            Toda persona necesita un lugar donde vivir y es ahí donde surge el problema, pues como ya hemos dicho, en estos momentos se produce un gran movimiento de gente desde el campo a las ciudades que, lógicamente, buscarán un sitio donde instalarse. El problema no es solo en la falta de las mismas, sino en las condiciones de habitabilidad que proporcionan a sus moradores, pues de poco sirve tener un techo si se vive en condiciones insalubres  e infrahumanas. Va a ser la vivienda el otro gasto fundamental de la familia junto a la alimentación, así “a mediados de siglo, en Madrid el alquiler de una casa sórdida, sin ventilación y en condiciones de hacinamiento supera los 40 reales mensuales...Una buhardilla puede encontrarse por 30 reales. Al jornalero le quedan 50 ó 60 reales para alimentar a su familia[6]”.
            Un lugar de vida miserable provoca descontento y ganas de no volver al mismo, lo que conlleva hacinamiento, quejas, facilidad para la agitación y vida en la calle; así,  los trabajadores preferían irse a lugares como bares y tabernas donde gastar el poco dinero ganado, antes que a sus casas, afectando a su rendimiento laboral y perjudicando el sostenimiento familiar.
            Una de las causas del problema para acceder a una vivienda es el alto precio de la misma y no estamos hablando de compra, posibilidad casi irreal para un trabajador normal, sino de alquiler. Tampoco debemos olvidar la existencia del movimiento del higienismo, así “la segunda etapa del higienismo es tal vez la más importante. Los puntos álgidos son: formarse como movimiento e introducirse en el Estado, aunque bajo el paraguas de las mismas creencias epidemiológicas. Algo muy original de esta etapa es que los higienistas intervienen en la vida privada de la gente. Hasta 1850 la salud pública se entendía como ‘conservación de la salud’, es decir, parar los brotes epidémicos: morir o no morir de cólera. Desde 1850 el concepto se amplía a una vivienda salubre, recreación, trabajo, asistencia pública, medidas de higiene sanitaria o infraestructura pública como redes de agua potable[7]”.
Ante un problema de tal calibre como el de la vivienda, numerosas fueron las ideas y las formas de afrontarlo, así se llevaron a cabo prácticas como reaprovechamiento y compartimentación de edificios y antiguas fábricas, la sobreocupación del espacio residencial (conviviendo varias generaciones cuando no había más remedio), el barranquismo, la autoconstrucción, etc. Propuestas de todo tipo para un problema de difícil solución.

La beneficencia.
            La burguesía se va a encargar de la beneficencia cuya función es reproducir y asegurar el mercado de mano de obra, pero no solo eso, sino evitar el aumento del número de delincuentes que atenten contra la propiedad o la integridad física, pues a mayor hambre y desesperación más medidas desesperadas como el delito. Está extendida la idea de que los delincuentes del mañana son los niños de hoy, por lo que si se cuidan sus condiciones y su educación, se puede evitar el aumento de la criminalidad. Es por ello que la beneficencia se va a centrar sobre todo en los niños, ya sean huérfanos o con sus familias.
            La caridad y la limosna se consideran como un deber del buen burgués y se piensa que pedir para mantener a la familia en momentos de extrema es algo digno de elogio, otra cosa son los falsos mendigos, gente ociosa que no tiene ganas de trabajar y que pretende ganarse el jornal a costa de los buenos sentimientos de la gente, quitándole así parte del sustento a otras familias que realmente lo necesitan.           Además de la beneficencia particular existe otra estatal basada en instituciones como comedores, salas de expósitos, comedores populares, y asociaciones de todo tipo, “generalmente dirigidas por la nobleza y supervisadas por el clero, mantienen asilos y colegios o reparten periódicamente raciones de comida y vestidos en los barrios populares. Además, el burgués a la hora de la muerte reserva parte de su herencia para obras benéficas, que la prensa de la época machaconamente se encarga de airear[8]”.

Conclusiones.
La cuestión social era un factor de inestabilidad que iba en contra de los intereses burgueses. El principal problema, omnipresente para las clases bajas, es el de la alimentación, que es difícil tanto por el precio de la comida (crisis de subsistencia, especulación, bajos sueldos, etc.) como por la adulteración. A esto se le suma la dificultad de encontrar lugar digno donde vivir con un mínimo de higiene y bienestar. Será la beneficencia uno de los principales mecanismos utilizados por la burguesía para tratar de paliar una situación que les perjudica por el riesgo de revueltas y lucha contra el sistema establecido que tanto les beneficiaba.

Bibliografía.
- BAHAMONDE MAGRO, A. y TORO MERIDA, J. Burguesía, especulación y cuestión social en el Madrid del siglo XIX, Madrid, Siglo XXI, 1978.
- BOUZA, Jerónimo. Procurar a las clases jornaleras higiénicas y agradables habitaciones. La Sociedad Económica de Amigos del País y la vivienda obrera,Geocrítica/Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, 2003, VII, nº 146(011) http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(011).htm [consultado 8 julio 2005]
- MAGNANI, Esteban y MARTÍNEZ FRAGA, JavierHigienismo, urbanismo y política, El Buenos Aires del siglo XIX, http://catedras.fsoc.uba.ar/moledo/articulos/baires.htm [consultado 8 julio 2005] 
- TATJER, Mercedes. VII Coloquio Internacional de GeocríticaLOS AGENTES URBANOS Y LAS POLÍTICAS SOBRE LA CIUDAD, Santiago de Chile, 24-27 de mayo 2005, http://www.ub.es/geocrit/7-coltatjer.htm [consultado 8 julio 2005] 

[1] BAHAMONDE MAGRO, A. y TORO MERIDA, J. Burguesía, especulación y cuestión social en el Madrid del siglo XIX, Madrid, Siglo XXI, 1978, p. 42
[2] Coincidencias nada extrañas pues los efectos de una enfermedad y que llegue a convertirse en epidemia, están muy relacionados con el nivel de alimentación de la población: a menor alimentación, menores defensas ante la enfermedad.
[3] BAHAMONDE MAGRO, A. y TORO MERIDA, J. op. cit. pp. 43-44
[4] Ibídem, pp. 47-48
[5] Ibídem, pp. 48-50
[6] Ibídem. p. 43
[7] MAGNANI, Esteban y MARTÍNEZ FRAGA, JavierHigienismo, urbanismo y política, El Buenos Aires del siglo XIX, http://catedras.fsoc.uba.ar/moledo/articulos/baires.htm [consultado 8 julio 2005]
[8] BAHAMONDE MAGRO, A. y TORO MERIDA, J. opcit,, p. 47


Artículo publicado en VV.AA. Ilión: Recursos de geografía e historia, Ediciones Guillermo Castilla, Málaga, 2008

miércoles, 22 de febrero de 2012

Reseña: El mundo de Atapuerca

¿De dónde venimos?

Muchas son las cuestiones que nos planteamos a lo largo de la vida ¿de dónde venimos?, ¿hacia donde vamos?, ¿qué sentido tiene la vida?... y no siempre encontramos respuestas. El libro "El mundo de Atapuerca" puede ayudarnos un poco en esta tarea, saber de donde venimos, o por lo menos saber algo más de donde venimos, y puede que en parte conteste las otras preguntas, pero eso ya es algo personal.

EL AUTOR.

El libro es obra de Juan Luis Arsuaga, catedrático de paleontología de la Universidad Complutense de Madrid y director del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos, aunque sin duda su fama le viene por su puesto de codirector de las excavaciones de Atapuerca (es el más carismático de los tres según mi parecer), yacimiento prehistórico de fama mundial cuya "marca" llama la atención por sí sola y favorece la venta de por ejemplo, cualquier libro que lo incluya en su portada. Otros hechos destacables de este gran científico son la obtención del premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en el año 1997 (como a todos los miembros encargados de la excavación de Atapuerca) y el nombramiento como miembro de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos. Entre sus obras anteriores destaca sobremanera "La especie elegida", un bestseller sobre la prehistoria que elaboró junto a Ignacio Martínez, cuya presencia en las casas españolas es abundante, aunque su lectura puede ser menor pues aunque es una obra magnífica de divulgación prehistórica bastante completa, hay cosas que no se pueden simplificar más de lo posible y para quien no le guste mucho estos temas se puede hacer bastante pesado. Otros libros destacados son "El collar del neandertal", "El enigma de la Esfinge", "Los aborígenes" y "Atapuerca, un millón de años de historia", aunque a publicado algunos más y multitud de artículos en prestigiosas revistas científicas mundiales.

A pesar de ser el principal autor, también hay que destacar la importante colaboración en la realización de este libro de Fernando Fueyo (artista que ilustra el libro con bellos dibujos), Alfonso Esquivel (biólogo) y Milagros Algaba (geógrafa).

EL CONTENIDO

El presente libro nos narra de una manera amena, con un cierto lirismo a veces y de forma bastante sencilla, el descubrimiento del yacimiento (o yacimientos según se prefiera) de Atapuerca durante las obras de acondicionamiento para el paso de un ferrocarril por ese lugar a finales del s. XIX. Después, nos encontramos con dos jóvenes especialistas que trabajan en el yacimiento durante la actualidad a los cuales se les ha encargado la misión de elaborar un itinerario y una explicación comprensible sobre el yacimiento para exponerlo cuando vayan personalidades y visitantes. Mediante este recurso narrativo, nos va describiendo el yacimiento, como es, como ha sido, que tiene de especial cada parte, que historia le contempla. No se conforma con dedicarse solo al periodo prehistórico sino que también expone determinados episodios históricos de importancia que han sucedido en esas tierras mediante la recreación de conversaciones de personas que habrían vivido por allí en aquellos momentos, tras lo cual expone de forma más rigurosa esa historia (antigua, medieval, etc.). Tras esto que es el núcleo del libro nos encontramos con unos apéndices que pretenden profundizar, de la manera más amena posible, en la geología y la biología que podemos encontrar en el yacimiento y alrededores. Como parte final de este apéndice se encuentra la historia sobre el ferrocarril minero que se pretendía construir cuando fue descubierto este espectacular yacimiento.

EL LIBRO COMO OBJETO


Este libro cuya primera edición es de noviembre de 2004, y está publicado por Plaza y Janés se compone de unas 281 páginas protegidas por una tapa dura que muestra su calidad por todos los lados. Las hojas no son de esas blancas y brillantes que tanto cansan y pueden dificultar la lectura (por lo menos ese es mi caso) sino que es un blanco mate, tendiendo a color hueso o blanco "sucio" (o como quiera que se llame) que facilita la lectura de los caracteres negros. Otro elemento que se pone a favor de su lectura es el tamaño de letra, suficiente para no quedarte ciego tratando de leerlo y saber lo que pone, a lo cual se une un espaciado correcto que no da sensación de pesadez a los párrafos, sino al contrario, se lee rápido y da sensación de agilidad.

Son de destacar las abundantes ilustraciones de Fernando Fueyo, de gran calidad artística y gran calidez en su composición. Compuestas mediante el uso de tonos cálidos y agradables, "otoñales" si se me permite la expresión, nos encontramos ante un complemento que se erige como protagonista cuya visión puede llegar a merecer la pena por sí mimas.

El ISBN del libro es: 84-01-37895-8.

CONCLUSIÓN

Nuevamente nos encontramos ante un libro de gran calidad dedicado a la prehistoria, pero no a las teorías e información sobre el periodo solamente, sino que trata de la historia de un yacimiento particular de gran importancia: Atapuerca. Así nos informa de como fue, que gentes vivieron allí a través de los años hasta llegar a su descubrimiento, en definitiva, nos hace una descripción y nos da una historia del lugar y sus gentes desde que el hombre se instaló allí.

Este libro está destinado en principio a todo el mundo, es divulgativo y fácil de entender, por lo cual es recomendable para todos, pero si eres una persona que no gusta de la prehistoria, mejor no lo leas, pues te aburrirás. Como todo libro, hay que tener cierto interés por el tema que trata, no se puede pensar que este libro va a cambiar la forma de pensar y ver una materia a alguien que no le gusta, todo puede ser, pero no lo creo.

La calidad del texto, su amenidad y su carácter lírico lo hacen muy apetecible, además, si a esto unimos las deliciosas ilustraciones que incorpora, tenemos una obra que en su conjunto presenta un gran nivel de calidad, tanto en el contenido como en el continente. Me ha gustado leerlo, es un libro que se puede leer poco a poco y tratando de disfrutarlo pero sin olvidar que el tema tratado puede ser algo durillo dependiendo de cada uno. En definitiva, un producto recomendable para todo aquel que guste de todo lo que hemos comentado.